Muchas veces, la adicción se desarrolla de manera silenciosa, y los padres pueden no notar los signos hasta que el problema ya está avanzado. Algunas señales de alerta incluyen cambios de humor drásticos, aislamiento, bajo rendimiento escolar o laboral, problemas económicos sin explicación, mentiras recurrentes y la pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba. También pueden aparecer signos físicos como pupilas dilatadas, insomnio o fatiga excesiva.
Es importante prestar atención a cualquier cambio en el comportamiento. ¿Tu hijo está más irritable o retraído? ¿Ha cambiado su grupo de amigos? ¿Tiene objetos extraños en su habitación, como papel aluminio, encendedores o frascos sospechosos? Estas pueden ser señales de consumo problemático. Además, las alteraciones en la alimentación y el sueño pueden ser indicios de que algo no está bien.
Si reconoces algunos de estos comportamientos en tu hijo, es importante no ignorarlos ni minimizarlos. Hablar con él de manera calmada y sin juicios puede abrir la puerta para que acepte ayuda. Consultar con un especialista en adicciones puede brindar claridad sobre la situación y los pasos a seguir. Detectar el problema a tiempo aumenta las posibilidades de recuperación.
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