Uno de los problemas más angustiosos en todas las ciudades del país hace referencia a la inseguridad ciudadana.
Los mexicanos y mexicanas a diario nos levantamos con las imágenes de asaltos, homicidios, robos de celulares y un largo etcétera que está convirtiendo los espacios públicos en escenarios de miedo e impotencia. Cada vez son más los mexicanos y mexicanas que son víctimas o testigos de delitos.
No hay sensación más frustrante que la de sentirse amenazado en aquellos lugares que debemos recorrer a diario para llegar a nuestras casas, recrearnos o trabajar.
Es inaudito que sean los ciudadanos de bien los que están terminando encerrados en sus casas mientras los delincuentes se enseñorean libremente por nuestras ciudades.
Algunos delincuentes se han vuelto más desafiantes ya que cuentan con la certeza de que los van a soltar rápidamente por la cantidad de normas favorables que se han aprobado para solucionar el hacinamiento carcelario, soltando y soltando delincuentes en una dinámica que está terminando por estimular al delincuente.
Esto no puede continuar así. Los responsables de hacer y ejecutar la ley deberían ejercer más justicia y menos corrupción.
Es importante facilitar la denuncia al ciudadano, prohibir beneficios para el reincidente y fortalecer los sistemas de monitoreo mediante la armonización de las cámaras de vigilancia privadas y públicas en puntos estratégicos de la ciudad y que la policía sea un agente protector.
La impotencia ante tanta impunidad y violencia en las calles incrementa los riesgos a todas la población, niños, adolescentes, adultos, adultos mayores sin importar si usa transporte publico o si conduce su propio vehículo, la inseguridad ya no tiene límites ni condicionantes. Parece difícil de creer, pero día a día nos estamos jugando nuestra vida, nuestros bienes y nuestra tranquilidad.
Es difícil saber el impacto del temor y el miedo en la salud mental de los mexicanos que esta situación genera. Ese sentimiento de pesadumbre y de vulnerabilidad permanente termina por traducirse en patologías que afectan la vida de las personas y las familias.
Esos actos de violencia observados en la televisión o vistos en la redes sociales o vividos directamente en calles o parques tienen consecuencias en la salud de niños, mujeres, adultos mayores y personas en general.
Cuál es el impacto de ese clima de zozobra en el insomnio, el estrés postraumático, la depresión, la paranoia y otros trastornos que afectan la salud mental de miles de personas que sufren en silencio.
La Organización Mundial de la Salud dice que la salud mental es un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. La pregunta es, ¿cómo podemos alcanzar ese estado si vivimos alterados por la inseguridad y la violencia?
No podemos ser indiferentes a las secuelas que este clima genera en las personas. No les podemos agregar a su sufrimiento dolencias adicionales.
La salud mental es importante y el clima social que estamos viviendo favorece el desarrollo de patologías que afectan a las personas, especialmente a los niños. No podemos permitirlo. Hay que ponerle atención a esta situación…. Cuidémonos los unos a los otros.
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