Cuando los padres buscan tratamientos para los problemas de salud mental de sus hijos, pueden encontrarse con una variedad de opciones, desde enfoques médicos hasta terapias alternativas. Dos de estos tratamientos, que son radicalmente distintos, son la Terapia Magnética Transcraneal (TMS) y el uso de anfetaminas en ciertos contextos clínicos. Aunque pueden sonar similares en su propósito —mejorar la salud mental—, son enfoques extremadamente diferentes, con implicaciones únicas en términos de seguridad, efectividad y riesgos.
¿Qué es la Terapia Magnética Transcraneal (TMS)?
La Terapia Magnética Transcraneal es un tratamiento no invasivo que utiliza pulsos magnéticos para estimular áreas específicas del cerebro que pueden estar desreguladas en condiciones como la depresión, ansiedad o trastornos obsesivo-compulsivos. A diferencia de los medicamentos, la TMS no implica la ingesta de sustancias y es una alternativa que ha ganado aceptación médica, especialmente para quienes no han respondido bien a otras terapias tradicionales.
Este tratamiento se realiza en sesiones cortas en una clínica y, aunque puede requerir varias semanas de aplicación, muchos pacientes reportan mejoras notables en su estado de ánimo y bienestar. Para los padres preocupados por los efectos secundarios de los medicamentos, la TMS ofrece una opción más natural y con un perfil de riesgo muy bajo. No requiere anestesia, ni genera dependencia, lo que lo hace atractivo para adolescentes y jóvenes.
¿Cuál es el uso de anfetaminas en la medicina?
Por otro lado, el uso de anfetaminas, aunque puede sonar alarmante para muchos padres, tiene aplicaciones médicas muy específicas y controladas, especialmente en el tratamiento del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Medicamentos como el Adderall, que contienen anfetaminas, son comúnmente recetados para mejorar la concentración y reducir la hiperactividad en niños y adolescentes con TDAH.
Es importante destacar que, aunque estas sustancias están relacionadas con las peligrosas drogas ilegales, en un contexto médico y bajo supervisión estricta, pueden ser muy efectivas para tratar ciertos trastornos. Sin embargo, el uso prolongado y el mal uso de estos medicamentos pueden llevar a problemas de dependencia, alteraciones del comportamiento y otros efectos secundarios graves. Por esta razón, su administración debe ser rigurosamente monitoreada por un profesional de la salud.
¿Cómo tomar decisiones informadas?
Es natural que como padre surjan muchas dudas y preocupaciones al considerar estos tratamientos para un hijo. La TMS es una opción atractiva si se busca una intervención no invasiva y sin medicamentos, mientras que los tratamientos a base de anfetaminas, aunque efectivos en muchos casos, deben manejarse con extrema precaución.
Hablar con médicos especializados y considerar las características individuales de tu hijo es fundamental para tomar la mejor decisión. Recordemos que cada niño es único, y lo que funciona para uno puede no ser lo mejor para otro. Asegurarse de estar informado y considerar tanto los beneficios como los posibles riesgos es clave para garantizar la salud y bienestar de nuestros hijos.
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